domingo, 3 de septiembre de 2017

Los estudiantes escriben

Con el segundo semestre de 2017 comenzó para el Programa de Danza de la Universidad del Atlántico una estimulante y fructífera relación con El Colegio del Cuerpo de la ciudad de Cartagena, importante escuela de danza reconocida nacional e internacionalmente por su propuesta pedagógica y artística en el campo de la danza contemporánea.  En efecto, tras varias visitas de nuestros estudiantes a las instalaciones de El Colegio entre 2015 y 2016, y de un intercambio de ideas con su director, el maestro Alvaro Restrepo, en torno a la conveniencia de estrechar lazos entre las dos experiencias de formación, se concretó a comienzos de 2017 la firma del convenio interinstitucional de cooperación entre  la Corporación Colegio del Cuerpo y la Universidad del Atlántico para el intercambio artístico y académico.  
Fue en desarrollo de este convenio como se solicitó a El Colegio del Cuerpo en julio de este año la concesión de una pasantía de dos semanas para tres de nuestros estudiantes: Yanina Bermejo, Kelly Gómez y José David Hernández. A José se presentó una dificultad personal de último momento y el programa cedió el cupo al estudiante Alexander Gutiérrez.  Semanas después, un grupo de 13 estudiantes fue seleccionado por los directores de El Colegio del Cuerpo para hacer parte del elenco en la función de la obra Negra/Anger, que ese colectivo ofreció en Barranquilla el día 26 de agosto. (Ver enlace) 

https://uniatlantico.edu.co/uatlantico/noticias/programa-danza-en-proyecto-esc-nico-con-el-colegio-del-cuerpo

A continuación presentamos el relato de Yanina Bermejo sobre su experiencia en esas dos semanas.


Mi experiencia en El Colegio del Cuerpo


por Yanina Bermejo


Yanina Bermejo, estudiante de 7º semestre

Dos semanas llenas de mucho aprendizaje, crecimiento artístico y humano, y sensaciones incomparables. Una experiencia única es como resumo lo que fue para mí la oportunidad de compartir con este gran colectivo durante dos semanas. Las expectativas eran altas debido al ya conocido trabajo de esta compañía de danza, entonces las emociones me invadían, no veía la hora en que por fin pudiera recibir mi primera clase.

Al llegar el recibimiento fue muy ameno, realmente me sentí como en casa, era como si ya me esperaran y me recibiera un “¡Bienvenida a casa!” aparte de que el salón de trabajo es casi al aire libre y se siente una paz increíble, rodeados de arboles, brisa y un oxígeno perfectamente puro, es algo totalmente inspirador. La primera clase fue de contemporáneo. Me encontraba realmente muy nerviosa y ansiosa al mismo tiempo, pero dispuesta a dar lo mejor de mí; en principio algunos de los ejercicios fueron conocidos, otros no tanto y se me complicaban un poco. Esta clase me encantó desde el primer momento, pues  cada ejercicio y movimiento era dirigido por la respiración, aparte de seguir un conteo el profesor siempre hacía énfasis en la conexión con las distintas sensaciones corporales de acuerdo a lo que el ejercicio requiriera. Era maravilloso porque de inmediato creabas una consciencia y una reflexión sobre cada detalle de tu movimiento. Al terminar las tres horas de la clase contemporánea el trabajo continuó con el maestro Álvaro Restrepo, quien nos dio una grata bienvenida y durante las horas de trabajo con él todo se centró en la exploración y la improvisación; aun no encuentro las palabras precisas para describir cómo de una manera excepcional este hombre logra guiar al bailarín a lo que él pide o donde quiere que lleguemos. Es único. 


Al día siguiente la jornada inició con clase de ballet y ahí supe que en adelante sería un día con clase de ballet y otro con contemporáneo. También aquí hubo cosas conocidas y otras muy difíciles pero valorando cada corrección, cada equivocación, cada movimiento significativo. Nuevamente, después de la clase de ballet se dio inicio a la clase con el maestro Álvaro, esta vez trabajando un poema con el cual ellos ya llevaban un trabajo adelantado, sin embargo esto no fue excusa para quedarnos por fuera, por el contrario, nos introdujeron al trabajo como si fuéramos un miembro más de la familia. Esto no tenía comparación, realmente fue bastante acogedor y placentero.

Alvaro Restrepo dirigiéndose a los estudiantes.



Toda la primera semana fue un poco dura porque la realidad superó las expectativas en lo que se refiere al trabajo corporal; por momentos me sentí frustrada por tener dificultades para ciertos movimientos, ya que estando en 7º semestre de danza ya deberían estar perfectos (ser parte de) mi cuerpo, eso fue realmente triste y me hacía sentir muy impotente, no me explicaba cómo era posible estar a punto de graduarme y tener lagunas en aspectos fundamentales de la técnica como tal. Sin embargo esto no fue un factor desmotivador, por el contrario, fue el impulso para seguir entregando todo lo mejor de mí, aprovechando cada posibilidad. La experiencia con los profesores fue sin duda la mejor, la seguridad con que guiaban y dirigían la clase, la corrección de cada detalle, muy claros y precisos al momento de explicar, y siempre abiertos y dispuestos. Algo que me dejó absolutamente satisfecha fue el hecho de que al explicarnos un ejercicio o movimiento nos ayudaban a encontrar de donde partía la fuerza que requería dicho movimiento.

Por otro lado, la segunda semana fue la evidencia de que ya estábamos en la segunda semana con el colectivo de El Colegio del Cuerpo y era increíble ver cómo el cuerpo había aprendido y apropiado los conocimientos recibidos y cómo ya me sentía más acorde con el grupo, más consciente de los ejercicios. En esa semana El Colegio del Cuerpo recibió la visita del Soweto String Ensemble desde Sudáfrica, con quienes tuvimos el gusto de compartir y socializar, experiencia que también fue única ya que se dio todo un espacio de interacción social, cultural y de intercambio de saberes; fue maravilloso.


De manera general, esta experiencia ha sido importante para mí y deseo que otros compañeros tengan la oportunidad de vivirla, porque de verdad te abre los ojos hacia otras visiones de la danza, a otras metodologías de trabajo, a otros discursos, a otras concepciones que no hacen más que retroalimentar nuestro quehacer, y sobra decir lo importante que esto es para nuestra vida artística y personal. Aparte también porque como artistas tenemos esa sensibilidad especial y siento que de una u otra manera experiencias como estas nos permiten conocernos, conocer al otro desde la emoción, desde la reflexión del acto mismo de la danza. Fue una experiencia tan importante que daría todo por repetirla.